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miércoles, 16 de marzo de 2011

Dar sabiduría a los rostros ajenos - Examen


Tal vez no exista modo mejor de conocer los ideales de una cultura que estudiando el concepto alcanzado de ella acerca de la educación.
Buen ejemplo de esto nos ofrece el historiador y filólogo alemán Werner Jaeger, quién para ahondar en los ideales de la cultura griega investigó precisamente la evolución de la paideia, o sea la historia del concepto griego de la educación.
Y es que, como escribe el mismo Jaeger, la educación viene a ser en las diversas culturas la “expresión de una voluntad altísima mediante la cual (cada grupo humano) esculpe su destino”.  

Mas, como es obvio, numerosos han sido los conceptos de la educación forjados en las distintas culturas. Cada uno corresponde de hecho a los ideales específicos de las varias sociedades humanas y de quienes las guían a través de sus cambiantes circunstancias de espacio y tiempo.
En el caso de la cultura náhuatl prehispánica, sabemos que existieron en ella diversos tipos de escuelas o centros de educación. Dan innegable testimonio de esto las pinturas de códices como el Mendocino y el florentino, así como las numerosas crónicas e historias de Motolinía, Sahagún, Durán, Mendieta, Troquemada e Ixtlixóchitl, para no citar otros más. Sobre los datos aportados por esas fuentes, se han publicado varios estudios en los que se describe el funcionamiento de los telpochcalli o casas de jóvenes, donde se preparaba una gran mayoría de estos para el arte de la guerra principalmente. 

Se menciona también la existencia de centros de educación superior, los calmécac, en los que se transmitían los conocimientos más elevados de la cultura náhuatl. Finalmente, se añade que funcionaban también entre los nahuas las cuicacalli, en las que se enseñaba a los jóvenes el canto, la danza y la música.  Sin embargo no existe, que sepamos, estudio alguno en el que sobre la base de los testimonios indígenas en náhuatl, recogidos a raíz de la Conquista principalmente por fray Andrés de Olmos y fray Bernardino de Sahagún, se plantee formalmente la cuestión acerca de si hubo o no en la cultura náhuatl clara conciencia de poseer un concepto preciso sobre lo que hoy llamamos “educación”.  

En otras palabras y aceptando proponernos esta pregunta desde el punto de vista de la más rigurosa crítica histórica y filológica : ¿existen documentos en náhuatl - de los recogidos en forma oral y reducidos a escritura a raíz de la Conquista- en los que sabios nahuas, los tlamatinime, se expresen directamente acerca de una concepción de carácter abstracto, para hacer comprensible y explicar en función de ella lo que hoy llamamos su “educación”, impartida, como se ha dicho, en los calmécac y telpochcalli?  

Los textos acerca del concepto náhuatl de la educación  
Es evidente que no es posible presentar dentro de los límites de un breve ensayo todos los datos hallados en las numerosas fuentes nahuas acerca de la evolución y las varias tendencias y métodos concretos de las formas de educación en el mundo náhuatl. Sin embargo, será de interés ofrecer aquí al menos una traducción, lo más fiel que se pueda, de varios importantes textos en los que se encuentran precisamente algunas reflexiones de los tlamatinime, o sabios nahuas, acerca del modo como concibieron la educación. Los textos que a continuación van a presentarse provienen del cúmulo de informaciones en lengua náhuatl, recogidas poco tiempo después de la conquista principalmente por Olmos y Sahagún.
De Olmos vamos a aprovechar algunos testimonios de sus huehuetlatolli, o “pláticas de los viejos”. De Sahagún, algunos de los más antiguos textos recogidos de labios de los indios conocedores de sus “antiguallas” en Tepeculco (región de Texcoco), en Tlatelolco y en México.  Es esta sólo una breve presentación de textos. Como podrá juzgar quien los lea, parece haber en ellos algo más que un atisbo acerca del concepto náhuatl de la educación. Creemos, no obstante, que existe material suficiente en las fuentes para trazar la historia de la educación sobre los nahuas, mostrando la evolución de su pensamiento, así como los varios ideales que fueron plasmándose en las diversas formas concretas de la educación náhuatl. Pero esto, que sería aplicar al estudio de la cultura náhuatl el método seguido por Jaeger al estudiar la paideia griega, constituye más bien el tema de una obra extensa y según parece, de sumo interés.  

Rostro y corazón”: punto de partida del concepto náhuatl de la educación
 Para poder penetrar siquiera un poco en los ideales de la educación entre los nahuas, es necesario partir de otra concepción suya fundamental. Nos referimos al modo como llegaron a considerar los sabios nahuas lo que llamamos “persona humana”. Ante el peligro de desviarnos de nuestro asunto principal, diremos brevemente que encontramos en los textos algo que se repite especialmente en pláticas o discursos: al referirse el que ha tomado la palabra a aquél con quien está hablando, aparece la siguiente expresión idiomática náhuatl: “vuestro rostro, vuestro corazón”.
Obviamente se designa con estas palabras la persona del interlocutor. Y hallamos esto no en casos aislados, sino en casi la totalidad de los discursos pronunciados de acuerdo con las reglas del que llamaban los nahuas tecpilatolli, o sea, “lenguaje noble o cultivado”.  In ixtli, in yóllotl, “la cara, el corazón”, simbolizan siempre lo que hoy llamaríamos fisonomía moral y principio dinámico de un ser humano. Y resulta interesante notar, aunque sea de paso, el paralelismo que existe en este punto entre la cultura náhuatl y la griega. En esta última se concebía también la fisonomía moral e intelectual del hombre, o sea la persona, como un prósopon o rostro. Sólo que entre los nahuas, se yuxtaponía a la idea de “rostro”, la del “corazón”, órgano al que atribuían el dinamismo de la voluntad y la concentración máxima de la vida. Pues bien, la concepción náhuatl de la persona como “rostro y corazón” es punto clave en la aparición de su concepto de la educación.
El siguiente texto, recogido por Sahagún, en el que se describe el supremo ideal del “hombre maduro”, mostrará mejor que un largo comentario el papel fundamental del “rostro y corazón”, dentro del pensamiento náhuatl acerca de la educación: 

El hombre maduro; corazón firme como la piedra, corazón resistente como el tronco de un árbol; rostro sabio, dueño de un rostro y un corazón, hábil y comprensivo. Ser “dueño de un rostro y un corazón”: he aquí el rasgo definitivo que caracteriza a un auténtico hombre maduro (omácic oquichtli).
De no poseer un “rostro y un corazón”, tendría entonces que ocultar “su corazón amortajado” y cubrir con una máscara su falta de rostro, como se afirma expresamente en otro texto, hablando de lo que se presupone para llegar a ser un artista. Pero hay algo más. En el texto citado no se dice únicamente que el auténtico hombre maduro “es dueño de un rostro u un corazón”, sino que se añade que posee “un rostro sabio” y “un corazón firme como la piedra”. Estos calificativos están presuponiendo, como vamos a ver, que el omácic oquichtli, “el hombre maduro”, ha recibido el influjo de la educación náhuatl. 

 Ixtlamachiliztli”: acción de dar sabiduría a los rostros ajenos  D
Los textos que vamos a transcribir a continuación nos hablan, según parece, con la máxima claridad de la finalidad asignada por los nahuas a su forma de educación. El primero describe precisamente la figura del sabio náhuatl en su función de maestro, temachtiani: Maestro de la verdad, no deja de amonestar. Hace sabios los rostros ajenos, hace a los otros tomar una cara, los hace desarrollarla. Les abre los oídos, los ilumina.

Es maestro de guías, les da su camino, de él uno depende. Pone un espejo delante de los otros, los hace cuerdos y cuidadosos, hace que en ellos crezca una cara... Gracias a él, la gente humaniza su querer, y recibe una estricta enseñanza. Hace fuertes los corazones, conforta a la gente, ayuda, remedia, a todos atiende.  Entre los diversos atributos del temachtiani o maestro náhuatl, podemos distinguir claramente dos clases. Por una parte, aquellos que se refieren a “hacer que los educandos tomen un rostro, lo desarrollen, lo conozcan y lo hagan sabio”.  Por otra, los que nos lo muestran “humanizando el querer de la gente" (itech netlacaneco) y “haciendo fuertes los corazones”.El sólo análisis lingüístico de cinco términos nahuas con que se describe la figura del maestro o temachtiani, constituirá el más elocuente comentario acerca de su misión dentro del mundo náhuatl.  

Es el primero, teixcuitiani: “que-a-los-otros-una-cara-hace-tomar”. Magnífico ejemplo de lo que hemos llamado “ingeniería lingüística náhuatl”. Esta compuesto de los siguientes elementos: el prefijo te- (a los otros); el semantema radical de ix- (tli: rostro); y la forma principal cuitiani (“que hace tomar”). Reunidos estos elementos, teix-cuitiani significa a la letra (el que) “a-los-otros-un-rostro-hace tomar”.  

El segundo término es te-ix-tlamachtia-ni: “que-a-los-rostros-de-los-otros-da- sabiduría”. De nuevo indicamos los elementos que lo forman: te (a los otros); ix (tli: rostros o rostros); tlamachtiani (el que hace sabios, o hace saber las cosas). Reunidos los diversos semantemas, te-ix-tlamachtiani vale tanto como “el-que hace-sabios-los-rostros-de-los-otros”.  

Tercer término, tetezcahuiani: “que-a-los-otros-un-espejo-pone-delante”. Compuesto de te (a los otros); tézcatl (espejo), palabra de la que se deriva tezcahuiani: “que espejea”, o pone delante un espejo. La finalidad de esta acción claramente se indica al añadirse en el texto citado que obra así, para que se vuelvan “cuerdos y cuidadosos”.  

Cuarto término, netlacaneco (itech): “gracias- a- él-se-humaniza-el-quererde-a-gente”. Se aplica al maestro, diciendo que itech (gracias a él); ne (la gente), tlacaneco (es querida humanamente). Este último término es a una vez compuesto de neco (forma pasiva de nequi: “querer”) y de tláca (tl), “hombre”.  

Quinto término: tlapolpachivita: “hace-fuertes-los-corazones”. Compuesto de tla-prefijo de carácter indefinido que connota una relación con “las cosas o las circunstancias más variadas”; yól (otl: corazón); pachivitia (hace fuertes).Reunidos pues los diversos elementos: tla - yol-pachivitia significa precisamente “con relación a las cosas, hace fuertes a los corazones”.  Tal es el significado de estos cinco atributos del maestro náhuatl. En ellos se destaca, como en acción, el concepto de la educación náhuatl, que a continuación vamos a ver formulado con la máxima claridad en el siguiente texto, recogido por fray Andrés de Olmos.
Al lado de una breve enumeración de carácter moral de la educación náhuatl se formula lo que constituía la raíz misma de su sentido y finalidad, “dar sabiduría a los rostros ajenos.”  Comenzaban a enseñarles: cómo han de vivir, cómo han de obedecer a las personas, cómo han de respetarlas, cómo deben de entregarse a lo conveniente, lo recto, y cómo han de evitar lo no-conveniente, lo no recto, huyendo con fuerza de la perversión y la avidez.  Todos allí recibían con insistencia: la acción que da sabiduría a los rostros ajenos (la educación), la prudencia y la cordura.  

Difícil sería querer desentrañar aquí el sentido de todos los conceptos expresados en este texto. Pero, al menos sí hemos de analizar el pensamiento fundamental en el que se describe precisamente la concepción náhuatl de la educación. Después de indicarse en el texto varios de los temas que constituían el objeto de la educación entre los nahuas: “cómo han de vivir, cómo han de obedecer a las personas... cómo deben entregarse a lo conveniente, lo recto” (criterio náhuatl de lo moral), pasa a formularse expresamente aquello que era la inspiración y el meollo de lo que se impartía a los estudiantes: “todos allí recibían con insistencia la acción que da sabiduría a los rostros ajenos”, la ixtlamachiliztli náhuatl. 

Un breve análisis lingüístico del término ixtlamachiliztli, nos revelará los matices de su significado. Se trata de un compuesto de los siguientes elementos: ix (tli): al rostro, o a los Rostros) y tlamachiliztli, sustantivo del sentido pasivo y de acción aplicativa. Se deriva del Verbo macho voz pasiva de matli: “saber”. En su forma terminada en –l-iztli, toma el sentido unas veces abstracto, y otras de acción que se aplica en alguien. Aquí, al anteponérsele el semantema radical de ix-tli, “rostro”, obviamente se indica que se aplica precisamente a éste, como sujeto pasivo, la transmisión de la sabiduría.  
Creemos, por consiguiente, apegarnos al sentido original del término ixtlamachiliztli, al traducirlo como “acción de dar sabiduría a los rostros “(ajenos)”. Visto el sentido de ésta palabra, parece importante tocar ahora siquiera dos puntos que ayudarán a comprender mejor el alcance de este concepto náhuatl de la educación. Es el primero la gran resonancia que alcanzó esta idea en los más variados órdenes de la vida cultural de los nahuas.

 Muchos son los textos que pudieran aducirse para mostrar lo que estamos diciendo. Así, por ejemplo, cuando se describe la figura del sumo sacerdote que lleva el título de Quetzalcóatl, se afirma que una de las condiciones para llegar a tan elevada dignidad era precisamente poseer “un rostro sabio y un corazón firme”.  Igualmente, significativo, es otro texto en el que al mostrarse el ideal del amantécatl, o artista de los trabajos de plumería, se dice ya en las primeras frases: 

El amantécatl, artista de las plumas: nada le falta: es dueño de un rostro y un corazón.  Y finalmente para no alargar más esta serie de testimonios, transcribimos un texto en el que, hablando de los pochtecas o comerciantes, quienes, como se sabe, tenían que emprender largos y penosos viajes a lugares a veces tan distantes como el Xoconochco (Soconusco), se refiere que todo eso presuponía en ellos: Un rostro que sabe hacer que las cosas se logren...y un corazón recto, un corazón respetuoso de Dios.  

En resumen, volviendo a citar aquí las citas más significativas, acerca del supremo ideal humano entre los nahuas, el “varón maduro”, omácic oquichtli, debía poseer:  

Un corazón firme como la piedra, resistente como el tronco de un árbol; un rostro sabio.  Ser dueño de un rostro y un corazón.

El modo de formar “rostros sabios y corazones firmes” Es este último punto que nos hemos propuesto tocar, para acabar de mostrar algo de lo más importante del pensamiento náhuatl acerca de la educación. Existen entre los informes recogidos por Sahagún, varios textos que pudieran describirse como “los reglamentos”, en los que se especifica qué es lo que se enseñaba a los jóvenes nahuas, y cómo se llevaba a cabo la formación de su “rostro y corazón”.  

Ante la imposibilidad de dar y comentar aquí todos esos textos, sólo vamos a transcribir dos de los más significativos, lo suficientemente claros como para poder ser comprendidos sin una larga explicación.  El primero, proveniente del Códice florentino, menciona, por una parte, toda una serie de prácticas exteriores como “ir a traer a cuestas la leña, barrer los patios, ira a buscar puntas de maguey”, etc., dirigidas principalmente a desarrollar en los estudiantes el sentido de la obligación y responsabilidad, aun en el cumplimiento de quehaceres que pueden parecer de poca importancia.
Así, se iba dando firmeza a la voluntad, o, como decían los nahuas “al corazón” de los educandos. Pero, la parte más interesante del texto y que es la que aquí transcribimos, presenta lo que constituía la enseñanza propiamente intelectual de los calmécac, dirigida a formar “rostros sabios”.  Se les enseñaban cuidadosamente los cantares, los que llamaban cantos divinos; se valían para esto de las pinturas de los códices. Les enseñaban también la cuenta de los días, el libro de los sueños y el libro de los años (los anales). 

Abarcaba por tanto esa “acción de dar sabiduría a los rostros ajenos”(ixtlamachiliztli), la transmisión de los cantares, especialmente los llamados “divinos”, donde se encerraba lo más elevado del pensamiento religioso y filosófico de los nahuas. Aprendían asimismo el manejo del tonalpohualli o “cuenta de los días”; la interpretación de los sueños y los mitos, así como los anales históricos, en los que se contenían, indicándose con precisión la fecha, la relación de los hechos pasados de más importancia.  

Y como un complemento de lo dicho en el texto citado, encontramos en uno de los huehuetlatolli recogidos por Olmos, otro testimonio de máxima importancia para acabar de conocer lo que constituía el núcleo de enseñanzas en los centros nahuas de educación, ahora principalmente en los telpochcalli: Cuando han comido comienzan otra vez a enseñarles:  a unos cómo usar las armas, a otros a cazar, cómo hacer cautivos en la guerra, cómo han de tirar la cerbatana, o arrojar la piedra.

Todos aprendían a usar El escudo, la macana, Cómo lanzar el dardo y la flecha Mediante la tiradera y el arco. También cómo se caza con la red Y cómo se caza con cordeles. Otros eran enseñados en las variadas artes De los toltecas...  
Así, mientras en los calmécac se ponía más empeño en la enseñanza de tipo intelectual, en los telpochcalli se preocupaban especialmente por lo que se refiere al desarrollo de las habilidades del joven para la guerra y la caza. Sin embargo aún allí no se descuidaba la transmisión de “las variadas artes de los toltecas.”

Tomado de:
TOLTECAYOTL, ASPECTOS DE LA CULTURA NÁHUATL
F.C.E. MÉX. 1980

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