Tal
vez no exista modo mejor de conocer los ideales de una cultura que estudiando
el concepto alcanzado de ella acerca de la educación.
Buen
ejemplo de esto nos ofrece el historiador y filólogo alemán Werner Jaeger, quién
para ahondar en los ideales de la cultura griega investigó precisamente la
evolución de la paideia, o sea la historia del concepto griego de la educación.
Y
es que, como escribe el mismo Jaeger, la educación viene a ser en las diversas
culturas la “expresión de una voluntad altísima mediante la cual (cada grupo
humano) esculpe su destino”.
Mas, como es obvio, numerosos han sido los conceptos de la
educación forjados en las distintas culturas. Cada uno corresponde de hecho a
los ideales específicos de las varias sociedades humanas y de quienes las guían
a través de sus cambiantes circunstancias de espacio y tiempo.
En
el caso de la cultura náhuatl prehispánica, sabemos que existieron en ella
diversos tipos de escuelas o centros de educación. Dan innegable testimonio de
esto las pinturas de códices como el Mendocino y el florentino, así como las
numerosas crónicas e historias de Motolinía, Sahagún, Durán, Mendieta,
Troquemada e Ixtlixóchitl, para no citar otros más. Sobre los datos aportados
por esas fuentes, se han publicado varios estudios en los que se describe el
funcionamiento de los telpochcalli o casas de jóvenes, donde se preparaba una
gran mayoría de estos para el arte de la guerra principalmente.
Se
menciona también la existencia de centros de educación superior, los calmécac,
en los que se transmitían los conocimientos más elevados de la cultura náhuatl.
Finalmente, se añade que funcionaban también entre los nahuas las cuicacalli,
en las que se enseñaba a los jóvenes el canto, la danza y la
música. Sin embargo no existe, que sepamos, estudio alguno en el que
sobre la base de los testimonios indígenas en náhuatl, recogidos a raíz de la Conquista principalmente
por fray Andrés de Olmos y fray Bernardino de Sahagún, se plantee formalmente
la cuestión acerca de si hubo o no en la cultura náhuatl clara conciencia de
poseer un concepto preciso sobre lo que hoy llamamos “educación”.
En
otras palabras y aceptando proponernos esta pregunta desde el punto de vista de
la más rigurosa crítica histórica y filológica : ¿existen documentos en náhuatl
- de los recogidos en forma oral y reducidos a escritura a raíz de la Conquista- en los que
sabios nahuas, los tlamatinime, se expresen directamente acerca de una
concepción de carácter abstracto, para hacer comprensible y explicar en función
de ella lo que hoy llamamos su “educación”, impartida, como se ha dicho, en los
calmécac y telpochcalli?
Los textos acerca del concepto náhuatl de la educación
Es
evidente que no es posible presentar dentro de los límites de un breve ensayo
todos los datos hallados en las numerosas fuentes nahuas acerca de la evolución
y las varias tendencias y métodos concretos de las formas de educación en el
mundo náhuatl. Sin embargo, será de interés ofrecer aquí al menos una traducción,
lo más fiel que se pueda, de varios importantes textos en los que se encuentran
precisamente algunas reflexiones de los tlamatinime, o sabios nahuas, acerca
del modo como concibieron la educación. Los textos que a continuación van a
presentarse provienen del cúmulo de informaciones en lengua náhuatl, recogidas
poco tiempo después de la conquista principalmente por Olmos y Sahagún.
De
Olmos vamos a aprovechar algunos testimonios de sus huehuetlatolli, o “pláticas
de los viejos”. De Sahagún, algunos de los más antiguos textos recogidos de
labios de los indios conocedores de sus “antiguallas” en Tepeculco (región de
Texcoco), en Tlatelolco y en México. Es esta sólo una breve
presentación de textos. Como podrá juzgar quien los lea, parece haber en ellos
algo más que un atisbo acerca del concepto náhuatl de la educación. Creemos, no
obstante, que existe material suficiente en las fuentes para trazar la historia
de la educación sobre los nahuas, mostrando la evolución de su pensamiento, así
como los varios ideales que fueron plasmándose en las diversas formas concretas
de la educación náhuatl. Pero esto, que sería aplicar al estudio de la cultura
náhuatl el método seguido por Jaeger al estudiar la paideia griega, constituye
más bien el tema de una obra extensa y según parece, de sumo
interés.
“Rostro y corazón”: punto de partida del concepto náhuatl de la
educación
Para
poder penetrar siquiera un poco en los ideales de la educación entre los
nahuas, es necesario partir de otra concepción suya fundamental. Nos referimos
al modo como llegaron a considerar los sabios nahuas lo que llamamos “persona
humana”. Ante el peligro de desviarnos de nuestro asunto principal, diremos
brevemente que encontramos en los textos algo que se repite especialmente en
pláticas o discursos: al referirse el que ha tomado la palabra a aquél con
quien está hablando, aparece la siguiente expresión idiomática náhuatl:
“vuestro rostro, vuestro corazón”.
Obviamente
se designa con estas palabras la persona del interlocutor. Y hallamos esto no
en casos aislados, sino en casi la totalidad de los discursos pronunciados de
acuerdo con las reglas del que llamaban los nahuas tecpilatolli, o sea,
“lenguaje noble o cultivado”. In ixtli, in yóllotl, “la cara, el
corazón”, simbolizan siempre lo que hoy llamaríamos fisonomía moral y principio
dinámico de un ser humano. Y resulta interesante notar, aunque sea de paso, el
paralelismo que existe en este punto entre la cultura náhuatl y la griega. En
esta última se concebía también la fisonomía moral e intelectual del hombre, o
sea la persona, como un prósopon o rostro. Sólo que entre los nahuas, se
yuxtaponía a la idea de “rostro”, la del “corazón”, órgano al que atribuían el
dinamismo de la voluntad y la concentración máxima de la vida. Pues bien,
la concepción náhuatl de la persona como “rostro y corazón” es punto clave en
la aparición de su concepto de la educación.
El
siguiente texto, recogido por Sahagún, en el que se describe el supremo ideal
del “hombre maduro”, mostrará mejor que un largo comentario el papel
fundamental del “rostro y corazón”, dentro del pensamiento náhuatl acerca de la
educación:
El
hombre maduro; corazón firme como la piedra, corazón resistente como el tronco
de un árbol; rostro sabio, dueño de un rostro y un corazón, hábil y
comprensivo. Ser “dueño de un rostro y un corazón”: he aquí el rasgo
definitivo que caracteriza a un auténtico hombre maduro (omácic oquichtli).
De
no poseer un “rostro y un corazón”, tendría entonces que ocultar “su corazón
amortajado” y cubrir con una máscara su falta de rostro, como se afirma
expresamente en otro texto, hablando de lo que se presupone para llegar a ser
un artista. Pero hay algo más. En el texto citado no se dice únicamente que el auténtico
hombre maduro “es dueño de un rostro u un corazón”, sino que se añade que posee
“un rostro sabio” y “un corazón firme como la piedra”. Estos calificativos
están presuponiendo, como vamos a ver, que el omácic oquichtli, “el hombre
maduro”, ha recibido el influjo de la educación náhuatl.
“Ixtlamachiliztli”: acción de dar sabiduría a los rostros ajenos D
Los
textos que vamos a transcribir a continuación nos hablan, según parece, con la
máxima claridad de la finalidad asignada por los nahuas a su forma de
educación. El primero describe precisamente la figura del sabio náhuatl en su
función de maestro, temachtiani: Maestro de la verdad, no deja de
amonestar. Hace sabios los rostros ajenos, hace a los otros tomar una cara, los
hace desarrollarla. Les abre los oídos, los ilumina.
Es
maestro de guías, les da su camino, de él uno depende. Pone un espejo delante
de los otros, los hace cuerdos y cuidadosos, hace que en ellos crezca una
cara... Gracias a él, la gente humaniza su querer, y recibe una estricta
enseñanza. Hace fuertes los corazones, conforta a la gente, ayuda, remedia, a
todos atiende. Entre los diversos atributos del temachtiani o
maestro náhuatl, podemos distinguir claramente dos clases. Por una parte,
aquellos que se refieren a “hacer que los educandos tomen un rostro, lo
desarrollen, lo conozcan y lo hagan sabio”. Por otra, los que nos lo
muestran “humanizando el querer de la gente" (itech netlacaneco) y
“haciendo fuertes los corazones”.El sólo análisis lingüístico de cinco términos
nahuas con que se describe la figura del maestro o temachtiani, constituirá el
más elocuente comentario acerca de su misión dentro del mundo
náhuatl.
Es el primero, teixcuitiani: “que-a-los-otros-una-cara-hace-tomar”. Magnífico ejemplo
de lo que hemos llamado “ingeniería lingüística náhuatl”. Esta compuesto de los
siguientes elementos: el prefijo te- (a los otros); el semantema radical de ix-
(tli: rostro); y la forma principal cuitiani (“que hace tomar”). Reunidos estos
elementos, teix-cuitiani significa a la letra (el que)
“a-los-otros-un-rostro-hace tomar”.
El segundo término es te-ix-tlamachtia-ni: “que-a-los-rostros-de-los-otros-da-
sabiduría”. De nuevo indicamos los elementos que lo forman: te (a los otros);
ix (tli: rostros o rostros); tlamachtiani (el que hace sabios, o hace saber las
cosas). Reunidos los diversos semantemas, te-ix-tlamachtiani vale tanto como
“el-que hace-sabios-los-rostros-de-los-otros”.
Tercer término, tetezcahuiani: “que-a-los-otros-un-espejo-pone-delante”. Compuesto
de te (a los otros); tézcatl (espejo), palabra de la que se deriva tezcahuiani:
“que espejea”, o pone delante un espejo. La finalidad de esta acción claramente
se indica al añadirse en el texto citado que obra así, para que se vuelvan
“cuerdos y cuidadosos”.
Cuarto término, netlacaneco (itech): “gracias- a- él-se-humaniza-el-quererde-a-gente”.
Se aplica al maestro, diciendo que itech (gracias a él); ne (la gente),
tlacaneco (es querida humanamente). Este último término es a una vez compuesto
de neco (forma pasiva de nequi: “querer”) y de tláca (tl),
“hombre”.
Quinto término: tlapolpachivita: “hace-fuertes-los-corazones”. Compuesto de
tla-prefijo de carácter indefinido que connota una relación con “las cosas o
las circunstancias más variadas”; yól (otl: corazón); pachivitia (hace fuertes).Reunidos
pues los diversos elementos: tla - yol-pachivitia significa precisamente “con
relación a las cosas, hace fuertes a los corazones”. Tal es el
significado de estos cinco atributos del maestro náhuatl. En ellos se destaca,
como en acción, el concepto de la educación náhuatl, que a continuación vamos a
ver formulado con la máxima claridad en el siguiente texto, recogido por fray
Andrés de Olmos.
Al
lado de una breve enumeración de carácter moral de la educación náhuatl se
formula lo que constituía la raíz misma de su sentido y finalidad, “dar
sabiduría a los rostros ajenos.” Comenzaban a enseñarles: cómo han
de vivir, cómo han de obedecer a las personas, cómo han de respetarlas, cómo
deben de entregarse a lo conveniente, lo recto, y cómo han de evitar lo
no-conveniente, lo no recto, huyendo con fuerza de la perversión y la
avidez. Todos allí recibían con insistencia: la acción que da
sabiduría a los rostros ajenos (la educación), la prudencia y la cordura.
Difícil
sería querer desentrañar aquí el sentido de todos los conceptos expresados en
este texto. Pero, al menos sí hemos de analizar el pensamiento fundamental en
el que se describe precisamente la concepción náhuatl de la
educación. Después de indicarse en el texto varios de los temas que
constituían el objeto de la educación entre los nahuas: “cómo han de vivir,
cómo han de obedecer a las personas... cómo deben entregarse a lo conveniente,
lo recto” (criterio náhuatl de lo moral), pasa a formularse expresamente
aquello que era la inspiración y el meollo de lo que se impartía a los
estudiantes: “todos allí recibían con insistencia la acción que da sabiduría a
los rostros ajenos”, la ixtlamachiliztli náhuatl.
Un
breve análisis lingüístico del término ixtlamachiliztli, nos revelará los
matices de su significado. Se trata de un compuesto de los siguientes
elementos: ix (tli): al rostro, o a los Rostros) y tlamachiliztli, sustantivo
del sentido pasivo y de acción aplicativa. Se deriva del Verbo macho voz pasiva
de matli: “saber”. En su forma terminada en –l-iztli, toma el sentido unas
veces abstracto, y otras de acción que se aplica en alguien. Aquí, al
anteponérsele el semantema radical de ix-tli, “rostro”, obviamente se indica
que se aplica precisamente a éste, como sujeto pasivo, la transmisión de la
sabiduría.
Creemos, por consiguiente, apegarnos al sentido original del
término ixtlamachiliztli, al traducirlo como “acción de dar sabiduría a los
rostros “(ajenos)”. Visto el sentido de ésta palabra, parece importante tocar
ahora siquiera dos puntos que ayudarán a comprender mejor el alcance de este
concepto náhuatl de la educación. Es el primero la gran resonancia que alcanzó
esta idea en los más variados órdenes de la vida cultural de los nahuas.
Muchos
son los textos que pudieran aducirse para mostrar lo que estamos diciendo. Así,
por ejemplo, cuando se describe la figura del sumo sacerdote que lleva el
título de Quetzalcóatl, se afirma que una de las condiciones para llegar a tan
elevada dignidad era precisamente poseer “un rostro sabio y un corazón
firme”. Igualmente, significativo, es otro texto en el que al
mostrarse el ideal del amantécatl, o artista de los trabajos de plumería, se
dice ya en las primeras frases:
El
amantécatl, artista de las plumas: nada le falta: es dueño de un rostro y un
corazón. Y finalmente para no alargar más esta serie de testimonios,
transcribimos un texto en el que, hablando de los pochtecas o comerciantes,
quienes, como se sabe, tenían que emprender largos y penosos viajes a lugares a
veces tan distantes como el Xoconochco (Soconusco), se refiere que todo eso
presuponía en ellos: Un rostro que sabe hacer que las cosas se logren...y un
corazón recto, un corazón respetuoso de Dios.
En
resumen, volviendo a citar aquí las citas más significativas, acerca del
supremo ideal humano entre los nahuas, el “varón maduro”, omácic oquichtli,
debía poseer:
Un
corazón firme como la piedra, resistente como el tronco de un árbol; un rostro
sabio. Ser dueño de un rostro y un corazón.
El
modo de formar “rostros sabios y corazones firmes” Es este último punto que nos hemos
propuesto tocar, para acabar de mostrar algo de lo más importante del
pensamiento náhuatl acerca de la educación. Existen entre los informes
recogidos por Sahagún, varios textos que pudieran describirse como “los
reglamentos”, en los que se especifica qué es lo que se enseñaba a los jóvenes
nahuas, y cómo se llevaba a cabo la formación de su “rostro y
corazón”.
Ante
la imposibilidad de dar y comentar aquí todos esos textos, sólo vamos a
transcribir dos de los más significativos, lo suficientemente claros como para
poder ser comprendidos sin una larga explicación. El primero,
proveniente del Códice florentino, menciona, por una parte, toda una serie de
prácticas exteriores como “ir a traer a cuestas la leña, barrer los patios, ira
a buscar puntas de maguey”, etc., dirigidas principalmente a desarrollar en los
estudiantes el sentido de la obligación y responsabilidad, aun en el cumplimiento
de quehaceres que pueden parecer de poca importancia.
Así,
se iba dando firmeza a la voluntad, o, como decían los nahuas “al corazón” de
los educandos. Pero, la parte más interesante del texto y que es la que aquí transcribimos,
presenta lo que constituía la enseñanza propiamente intelectual de los
calmécac, dirigida a formar “rostros sabios”. Se les enseñaban
cuidadosamente los cantares, los que llamaban cantos divinos; se valían para
esto de las pinturas de los códices. Les enseñaban también la cuenta de los
días, el libro de los sueños y el libro de los años (los anales).
Abarcaba
por tanto esa “acción de dar sabiduría a los rostros ajenos”(ixtlamachiliztli),
la transmisión de los cantares, especialmente los llamados “divinos”, donde se
encerraba lo más elevado del pensamiento religioso y filosófico de los nahuas.
Aprendían asimismo el manejo del tonalpohualli o “cuenta de los días”; la
interpretación de los sueños y los mitos, así como los anales históricos, en
los que se contenían, indicándose con precisión la fecha, la relación de los
hechos pasados de más importancia.
Y
como un complemento de lo dicho en el texto citado, encontramos en uno de los
huehuetlatolli recogidos por Olmos, otro testimonio de máxima importancia para
acabar de conocer lo que constituía el núcleo de enseñanzas en los centros
nahuas de educación, ahora principalmente en los telpochcalli: Cuando han
comido comienzan otra vez a enseñarles: a unos cómo usar las armas, a
otros a cazar, cómo hacer cautivos en la guerra, cómo han de tirar la
cerbatana, o arrojar la piedra.
Todos
aprendían a usar El escudo, la macana, Cómo lanzar el dardo y la flecha Mediante
la tiradera y el arco. También cómo se caza con la red Y cómo se caza con
cordeles. Otros eran enseñados en las variadas artes De los toltecas...
Así, mientras en los calmécac se ponía más empeño en la enseñanza
de tipo intelectual, en los telpochcalli se preocupaban especialmente por lo
que se refiere al desarrollo de las habilidades del joven para la guerra y la
caza. Sin embargo aún allí no se descuidaba la transmisión de “las variadas
artes de los toltecas.”
Tomado de:
TOLTECAYOTL, ASPECTOS DE LA CULTURA NÁHUATL
F.C.E. MÉX. 1980
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