Existen, varias versiones e interpretaciones sobre esté mito. Presentamos aquí la versión del documento 1558 que según León-Portilla es el que más parece apegarse al “carácter de descripción de un viejo códice azteca que se tras luce en el texto original”. Después transcribir ranos dos interpretaciones, la del propio León-Portilla y otra de Adela Fernández.
“Aquí está la relación oral de lo que se sabe acerca del modo como hace ya mucho tiempo la tierra fue cimentada. Una por una, he aquí sus varias fundamentaciones (edades).
En qué forma comenzó, en qué forma dio principio cada Sol hace 2513 años -así se sabe- hoy día 22 de mayo de 1558 años.
Este Sol, 4 tigre, duró 676 años. Los que en este primer Sal habitaron, fueron comidas por ocelotes (tigres), al tiempo del Sol, 4 tigre. Y lo que comían era nuestro sustento -7 grama- y vivieron 876 años. Y el tiempo en que fueron comidos fue el año 13. Con esto perecieran y se acabó (todo) y fue cuando se destruyó el Sol. Y su año era 1 caña; comenzaron a ser devoradas en un día -4 tigre- y sólo con esto terminó y todos perecieron.
Este Sol se llama 4 viento. Estos, que en segundo lugar habitaron en este segundo (Sol), fueron llevados por el viento al tiempo del Sol 6 viento y perecieron. Fueron arrebatados (por el viento) se volvieron monos; sus casas, sus árboles todo fue arrebatado por el viento, y este Sol fue también llevado por el viento. Lo que comían era nuestro sustento. 12 serpiente; el tiempo en que estuvieron viviendo fue 364 años. Así perecieron en un solo día llevados por el viento, en el signo 4 viento perecieron.
Su año era 1 pedernal. Este Sol 4 lluvia era el tercero. Los que vivieron en la tercera (edad) al tiempo del Sol 4 lluvia, también perecieron, llovió sobre ellos fuego y se volvieron guajolotes (pavos), y también ardió el Sol, todas sus casas ardieron, y con esto vivieran 312 años. Así, perecieron, por un día entero llovió fuego. Y lo que comían era nuestro sustento. 7 pedernal, su año era 1 pedernal y su día 4 lluvia. Los que perecieron eran los (que se habían convertido en) guajolotes (pipiltin) y así, ahora se llama a las crías de los guajolotes pipil-pipil.
Y estos que vivieron en esta cuarta edad, estuvieron en el tiempo del Sol 4 agua. El tiempo que duró fue de 676 años. Y cómo perecieron: fueron oprimidos por el agua y se volvieron peces. Se vino abajo el cielo en un solo día y perecieron, todo monte pereció. El que estuvo extendida 52 años y con esto terminaron sus años.
Este Sol, su nombre 4 movimiento, este es nuestro Sol, en el que vivimos ahora, y aquí está su señal, cómo cayó en el fuego el Sol, en el fogón divino, allá en Teotihuacan. Igualmente fue este el Sol de nuestro príncipe, en Tula, o sea de Quetzalcóatl.
El quinto Sol, 4 movimiento su signo, se llama Sol de movimiento porque se mueve, sigue su camino. Y como andan diciendo los viejos, en él habrá movimiento de tierra, habrá hambre y con esto pereceremos.
Sigue un interesante análisis lingüístico, antropológico, histórico y mítico que León-portilla hace línea por línea que sin embargo por su amplitud no vamos a reproducir aquí. Lo que si retransmitiremos es su enfoque global sobre este mito, el cual está más acorde con el asunto central que estamos tratando:
“La idea de la lucha aplicada antropomorficamente a las fuerzas cósmicas. Es precisamente la forma encontrada por el pensamiento náhuatl para explicarse el acaecer del universo. Este ha existido en diversos períodos de tiempo Al principio, recién creado, hubo un equilibrio de fuerzas (sub. abp): “los cuatro dioses hijos de Tonacatecuhtli se juntaron y dijeron que era bien que ordenase lo que habían de hacer y la ley que habían de tener”.
Más, este primer equilibrio no fue algo estable; las luchas míticas de Quetzalcóatl y los varios Tezcatlipocas habrán de romperlo. Porque como ninguno de los cuatro dioses existen por si mismo ni es en realidad sostén del universo, ya que esto es obra de Ometeotl, su condición es también precaria e inestable. Sólo Ometeotl, -dualidad generadora y sostén universal –está en pie por sí mismo. Sus hijos, los cuatro primeros dioses, son fuerza en tensión y sin reposo. Llevan en sí mismos el germen de la lucha. En un afán de predominio, cada uno tratará de identificarse con el sol, para regir entonces la vida de los hombres y el destino del mundo. En cada edad de la tierra –en cada Sol- predomina uno de ellos, simbolizando a la vez un elemento –tierra, aire, fuego y agua- y uno de los cuatro rumbos del mundo. El breve lapso de tiempo en que logra mantener a raya el influjo de fuerzas rivales, constituye una de las edades del mundo, que a los mortales parecen tan largas. Más al fin sobrevienen la lucha y la destrucción. Tezcatlipoca y Quetzalcóatl, combaten y reaparecen de nuevo en el campo de batalla del universo. Los monstruos de la tierra, el viento, el fuego y el agua son fuerzas que chocan, viniendo con ímpetu desde los cuatro rumbos del mundo.
Y así –de acuerdo con una velada dialéctica que en vano pretende armonizar el dinamismo de fuerzas contrarias- se van sucediendo las varias edades del mundo –Los Soles-, como decían simplemente los nahuas. De entre ellos, los aztecas concibieron el ambicioso proyecto de impedir, o por lo menos aplazar el cataclismo que habría de poner fin a su Sol, el quinto de la serie. Esta idea que llegó a convertirse en obsesión, fue precisamente la que dio aliento y poderío a los habitantes de tenochtitlan, haciendo de ellos como ha escrito Caso:
“un pueblo con una misión. Un pueblo elegido. El cree que su misión es estar al lado del Sol en la lucha cósmica, estar al lado del bien, hacer que el bien triunfe sobre el mal, proporcionar a toda la humanidad los beneficios del triunfo de los poderes luminosos sobre los poderes tenebrosos de la noche.
Es claro que el azteca, como todo pueblo que se cree con una misión, está mejor dispuesto a cumplirla si de su cumplimiento se deriva del dominio sobre los otros pueblos…
La idea que el azteca era un colaborador de los dioses (sub., ab); la concepción de que cumplían con un deber trascendental y que en su acción radica la posibilidad de que el mundo continuara viviendo, permitió al pueblo azteca sufrir las penalidades de su peregrinación, radicarse en un sitio que los pueblos más ricos y más cultos no habían aceptado, e imponerse a sus vecinos ensanchando constantemente su dominio, hasta que las huestes aztecas, llevaron el poder de Tenochtitlan a las costas del Atlántico y del Pacífico…”
Tal fue –continúa León-Portilla-, la viviente conclusión descubierta por los aztecas, que pronto paso a ser una verdadera inspiración mística, unificadora de sus actividades personales y sociales (sub. Ab) alrededor de la idea de la colaboración con el Sol. Como hipnotizados místicamente por el que Soustelle llama “misterio de la sangre”, dirigían sin reposo su esfuerzo vital a proporcionar a los dioses el chalchihuatl o “agua preciosa de los sacrificios”, único alimento capaz de conservar la vida del Sol.
Más, esto, que sin duda constituyo uno de los puntos fundamentales de su religión y aun de su concepción imperialista del mundo, no debe hacernos olvidar su base estrictamente filosófica (sub. Ab). Porque si los aztecas sacaron esa conclusión místico-religiosa del antiquísimo mito náhuatl de los soles, en realidad dicho mito en sí –independientemente de sus aplicaciones religiosas- encierra la explicación náhuatl del acaecer cósmico.
Pasan de diez las crónicas y anales donde se encuentra esta narración, aunque con diversas variantes por lo que al número y orden de los Soles se refiere.
La narración que aquí se da, traducida del náhuatl, el la que juzgamos más completa y de mayor interés: la contenida en el manuscrito de 1558. Las razones que nos mueven a preferirla, brevemente pueden reducirse a tres:
1) Su antigüedad, pues aún cuando fue escrita en 1558, la forma de redacción, en la que continuamente se repiten expresiones como “aquí está…” al lado de fechas yuxtapuestas, claramente indican que se trata de la explicación de un viejo códice indígena. Por otra parte –como opina Lehmann-, es más probable que dicha narración de los Soles formó parte de los documentos recogidos por Olmos.
2) El hecho de que concuerden con ella, el monumento prehispánico conocido como piedra del Sol, y la Historia de los Mexicanos por sus pinturas, tanto en lo que se refiere al número como al orden en que van sucediéndose los diverso Soles.
3) Es el texto náhuatl de los Soles que más detalles de interés conserva.” (FILOSOFIA NAHUATL de León-Portilla, págs. 98-103, UNAM, Méx.)
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